Una niña con la mirada perdida pasa delante del Mercado Hipólito de Puerto Prícipe. Su expresión de vacío y tristeza ante el desastre que acontece a su espalda, nos transmite la desesperanza que provocó el terremoto de Haití, el cataclismo que más nos impactó en 2010. No es para menos. Más de 150.000 personas perdieron la vida y casi más de la mitad de los edificios fueros destruidos. En consecuencia durante 2 o 3 meses, los medios de comunicación se instalaron en la capital y alrededores retransmitiendo al dedillo las penurias de los supervivientes de una población ya mermada por la pobreza y la mala gestión política. A través de reportajes, directos y entrevistas nos llegaban las tragedias personales de mucha gente. Todos enmudecimos ante tanta desgracia y el mundo entero reaccionó haciendo de todo: dando dinero a través de cientos de ONG que abrieron cuentas para recoger fondos, a través de blogs personales y páginas en redes sociales que daban voz de aliento a los más cercanos a la hecatombe, e incluso se llegó a reproducir el "We are the world" for Haití.

Pero no hay que extrañarse. Suceden tantísimas cosas en el mundo, hay tantos desastres y sucesos que contar, que no hay tiempo para todo, y poco a poco se desvanece la atención de los focos mediáticos para trasladarse a otros, donde el drama es más evidente, más fresco, más inmediato, más nuevo y más "interesante". Suena muy feo decir que hablar de lo mismo aburre, aunque sea de una tragedia permanente que sigue la misma tónica en el mismo sitio, pero es cierto. Seguramente el día 16 de enero, fecha del segundo aniversario del terremoto saldrán a la luz los poquísimos avances que han habido en la isla caribeña (dos años después tan solo se ha reconstruido el 5%), y toda la sociedad, por unos minutos, recordaremos lo "mal que lo deben estar pasando". Y tampoco nadie habla ya del terremoto de Japón, ni del de Turquía, ni de la hambruna en Somalia, ni se nombran los innumerables conflictos bélicos en muchos puntos de África que generan, entre otras cosas, el analfabetismo de millones de niños, excepto, por supuesto, cuando hay imágenes que merezca la pena enseñar.
No podemos olvidar que los medios de comunicación tienen la función social de informar y entretener. Cuando las personas ya estamos informadas y entretenidas, ya se ha cumplido el objetivo, muchas veces meritoriamente. Y no es posible cubrirlo todo. Sin embargo, en muchas ocasiones salen a la luz sucesos, conflictos olvidados, porque alguna organización provee de imágenes que mostrar (porque evidentemente no hay presupuesto para trasladar equipos). Y me pregunto: ¿Cuándo una tragedia deja de ser noticia? ¿Qué factores se deben producir para que se retome el interés por alguna de ellas? ¿Se hablaría del conflicto en Siria si los ciudadanos no enviaran vídeos caseros de las matanzas del dictador?
El World Press Photo es una muestra espléndida del trabajo de muchos profesionales que no solamente nos sirve para revivir por unos instantes lo que ha acontecido, sino para para reflexionar acerca de los motivos por los cuales solamente se habla de algo cuando hay testimonios gráficos que merezcan la pena ser mostrados.
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